Por Bob Gordon y David Fardouly
No vamos a llevar a cabo lo que Dios quiere que alcancemos, a menos que desarrollemos alguna idea clara de adónde vamos y cómo llegar hasta allí.
En vez de disminuir la necesidad de guía del Espíritu Santo, esto incrementa tal necesidad. Dios espera que cooperemos con El en la planificación y realización de nuestra vida.
Dios nos ha creado con facultades naturales y espirituales para capacitarnos para discernir a este nivel. No somos llamados a ser personas espirituales sin rumbo; somos llamados a ser personas espirituales que logran sus metas.
Cuatro áreas que necesitamos considerar son:
1. Objetivos
Necesitamos acostumbrarnos a preguntar cuáles son los objetivos y propósitos de los sucesos principales de nuestra vida. A lo que estamos aspirando y lo que estamos intentando lograr para Dios. (Efesios 5:15-16).
2. Oportunidades
Cualquier llamamiento verdadero de Dios llevará consigo sus propias oportunidades. El hombre que tiene un don encuentra lugar donde usarlo. Necesitamos preguntarnos si estamos esperando sentados, esperando a que otra gente o circunstancias hagan algo para nosotros, cuando deberíamos estar haciendo algo por nosotros mismos.
Por supuesto, si la oportunidad no se presenta, esto puede significar que debemos analizar con cuidado nuestra presuposición, no sea que estemos dejándonos influenciar por el criterio de otra persona, y que para nosotros se trate de algo irreal. Las metas deberían surgir del llamamiento. En términos espirituales las metas necesitan estar de acuerdo con las capacidades que Dios ha puesto en nuestras vidas para ser usadas en el llamamiento.
Los cristianos inexpertos se equivocan al hacer del llamamiento su propia meta. Al ponerse metas, sólo están expresando sus propios deseos. Estas metas no suelen ser llevadas a cabo, porque no están arraigadas en la realidad. El llamamiento del cual estamos hablando aquí, no es necesariamente el llamamiento al ministerio, sino que es aquello que Dios pone en tu corazón para que lo hagas por El.
3. Recursos
Dios nunca llama sin equipar. Aunque sea en términos personales, espirituales o materiales, la promesa es que lo que El pretende en nuestra vida lo hará. Desafortunadamente, en este punto la fe muchas veces es sustituida por la irrealidad o la presunción. No podemos permitirnos el lujo de ser nada más que realistas. No debemos ser místicos y espiritualizarnos en demasía.
4. Estrategia
Esto es, sencillamente, el hilo que vincula nuestro llamamiento con su cumplimiento, o nuestras metas a su realización. Trae todos los recursos asequibles en juego y los dirige hacia el cumplimiento de los objetivos a mano.
Las metas espirituales no siempre son cosas que no se pueden cambiar o modificar. Necesitamos la voluntad y propósito de Dios para que nuestra vida sea refinada y aclarada. Las metas espirituales son patrones de medida y crecimiento que nos capacitarán para ver adónde vamos y dónde hemos estado. Son como la cinta métrica del alma que demuestra nuestro crecimiento o falta de él.
Actividad contra fructificación
Mucha gente confunde las dos cosas, pero en términos reales podemos estar ocupados sin lograr “nada”. La ocupación es una diversión peligrosa porque satisface el alma. No es productiva al espíritu, sino que nos engatuza en un sentido de falso logro.
La actividad, frecuentemente, ciega a la realidad y guarda a la gente de ver la verdad acerca de su vida y trabajo. La gente puede sumergirse en un montón de actividades a fin de escapar de los asuntos esenciales. El llamamiento del Espíritu Santo para hoy, es para que examinemos nuestro uso de preciosos recursos de Dios como el tiempo, el dinero, la energía, y el don de asegurarnos de que, hasta donde podemos, estamos siendo honestos en las metas que ponemos para facilitar que la fructificación sea el resultado de nuestra obra para Dios. ¿Cómo establezco metas para mi propia vida? Las metas espirituales normalmente pueden ser definidas como metas (de vida) de corto, medio y largo plazo. Las últimas son las que deciden el tono de vida y su dirección durante un período de tiempo mayor, quizás durante el resto de tu vida. Las otras son sirvientes de las últimas en que proveen escalones para llegar a su cumplimiento.
Necesitamos estar ejercitando continuamente la discreción acerca de qué meta esta siendo conseguida o servida, y de lo flexible que puede o necesita ser. Las metas espirituales proveen coherencia para nuestras vidas.
1. Las metas deben ser consecuentes con el llamamiento de Dios en nuestra vida.
Somos desviados fácilmente de la tarea principal que Dios quiere que asumamos. Tantas demandas hacen su llamado e nuestra vida que nos desvían del llamamiento principal de Dios.
Necesitamos preguntarnos: ¿Cómo voy a llevar a cabo lo que Dios quiere? Luego necesitamos reconocer que si queremos lograr algo valioso para Dios, debemos estar preparados a llevar el costo del cumplimiento (por ejemplo, hacer una lista de nuestras metas). Necesitamos aclarar nuestros propósitos y dar lo pasos apropiados hacia su cumplimiento. De otra forma, el resultado es la confusión o incapacidad espiritual que lleva a la insatisfacción.
2. Necesitamos reconocer la interacción de diferentes metas.
Una meta lograda en un área de nuestra vida nos vigorizará, y por tanto, nos capacitará para lograr otras, quizás en áreas más importantes. Las metas también tienden a trasladar, por lo que podemos ver, estos éxitos extendiéndose en varias áreas.
Necesitamos establecer metas para lo que sabemos ahora. Estas metas deberían tener en cuenta lo que ya sabemos claramente que es la voluntad de Dios y los pasos necesarios para realizarla. Esto incluye el establecer metas para capacitarnos para buscar a Dios y esperar su palabra. No deberíamos establecer metas para lo que no sabemos.
Tomado del Libro: Los fundamentos de la vida cristiana
Publicado por Sigueme.net
Si posees material que pueda ser util para el desarrollo del lider cristiano envialo a mivepo@gmail.com
En liderazgo MVP estamos comprometidos con el desarrollo del líder cristiano.
No vamos a llevar a cabo lo que Dios quiere que alcancemos, a menos que desarrollemos alguna idea clara de adónde vamos y cómo llegar hasta allí.
En vez de disminuir la necesidad de guía del Espíritu Santo, esto incrementa tal necesidad. Dios espera que cooperemos con El en la planificación y realización de nuestra vida.
Dios nos ha creado con facultades naturales y espirituales para capacitarnos para discernir a este nivel. No somos llamados a ser personas espirituales sin rumbo; somos llamados a ser personas espirituales que logran sus metas.
Cuatro áreas que necesitamos considerar son:
1. Objetivos
Necesitamos acostumbrarnos a preguntar cuáles son los objetivos y propósitos de los sucesos principales de nuestra vida. A lo que estamos aspirando y lo que estamos intentando lograr para Dios. (Efesios 5:15-16).
2. Oportunidades
Cualquier llamamiento verdadero de Dios llevará consigo sus propias oportunidades. El hombre que tiene un don encuentra lugar donde usarlo. Necesitamos preguntarnos si estamos esperando sentados, esperando a que otra gente o circunstancias hagan algo para nosotros, cuando deberíamos estar haciendo algo por nosotros mismos.
Por supuesto, si la oportunidad no se presenta, esto puede significar que debemos analizar con cuidado nuestra presuposición, no sea que estemos dejándonos influenciar por el criterio de otra persona, y que para nosotros se trate de algo irreal. Las metas deberían surgir del llamamiento. En términos espirituales las metas necesitan estar de acuerdo con las capacidades que Dios ha puesto en nuestras vidas para ser usadas en el llamamiento.
Los cristianos inexpertos se equivocan al hacer del llamamiento su propia meta. Al ponerse metas, sólo están expresando sus propios deseos. Estas metas no suelen ser llevadas a cabo, porque no están arraigadas en la realidad. El llamamiento del cual estamos hablando aquí, no es necesariamente el llamamiento al ministerio, sino que es aquello que Dios pone en tu corazón para que lo hagas por El.
3. Recursos
Dios nunca llama sin equipar. Aunque sea en términos personales, espirituales o materiales, la promesa es que lo que El pretende en nuestra vida lo hará. Desafortunadamente, en este punto la fe muchas veces es sustituida por la irrealidad o la presunción. No podemos permitirnos el lujo de ser nada más que realistas. No debemos ser místicos y espiritualizarnos en demasía.
4. Estrategia
Esto es, sencillamente, el hilo que vincula nuestro llamamiento con su cumplimiento, o nuestras metas a su realización. Trae todos los recursos asequibles en juego y los dirige hacia el cumplimiento de los objetivos a mano.
Las metas espirituales no siempre son cosas que no se pueden cambiar o modificar. Necesitamos la voluntad y propósito de Dios para que nuestra vida sea refinada y aclarada. Las metas espirituales son patrones de medida y crecimiento que nos capacitarán para ver adónde vamos y dónde hemos estado. Son como la cinta métrica del alma que demuestra nuestro crecimiento o falta de él.
Actividad contra fructificación
Mucha gente confunde las dos cosas, pero en términos reales podemos estar ocupados sin lograr “nada”. La ocupación es una diversión peligrosa porque satisface el alma. No es productiva al espíritu, sino que nos engatuza en un sentido de falso logro.
La actividad, frecuentemente, ciega a la realidad y guarda a la gente de ver la verdad acerca de su vida y trabajo. La gente puede sumergirse en un montón de actividades a fin de escapar de los asuntos esenciales. El llamamiento del Espíritu Santo para hoy, es para que examinemos nuestro uso de preciosos recursos de Dios como el tiempo, el dinero, la energía, y el don de asegurarnos de que, hasta donde podemos, estamos siendo honestos en las metas que ponemos para facilitar que la fructificación sea el resultado de nuestra obra para Dios. ¿Cómo establezco metas para mi propia vida? Las metas espirituales normalmente pueden ser definidas como metas (de vida) de corto, medio y largo plazo. Las últimas son las que deciden el tono de vida y su dirección durante un período de tiempo mayor, quizás durante el resto de tu vida. Las otras son sirvientes de las últimas en que proveen escalones para llegar a su cumplimiento.
Necesitamos estar ejercitando continuamente la discreción acerca de qué meta esta siendo conseguida o servida, y de lo flexible que puede o necesita ser. Las metas espirituales proveen coherencia para nuestras vidas.
1. Las metas deben ser consecuentes con el llamamiento de Dios en nuestra vida.
Somos desviados fácilmente de la tarea principal que Dios quiere que asumamos. Tantas demandas hacen su llamado e nuestra vida que nos desvían del llamamiento principal de Dios.
Necesitamos preguntarnos: ¿Cómo voy a llevar a cabo lo que Dios quiere? Luego necesitamos reconocer que si queremos lograr algo valioso para Dios, debemos estar preparados a llevar el costo del cumplimiento (por ejemplo, hacer una lista de nuestras metas). Necesitamos aclarar nuestros propósitos y dar lo pasos apropiados hacia su cumplimiento. De otra forma, el resultado es la confusión o incapacidad espiritual que lleva a la insatisfacción.
2. Necesitamos reconocer la interacción de diferentes metas.
Una meta lograda en un área de nuestra vida nos vigorizará, y por tanto, nos capacitará para lograr otras, quizás en áreas más importantes. Las metas también tienden a trasladar, por lo que podemos ver, estos éxitos extendiéndose en varias áreas.
Necesitamos establecer metas para lo que sabemos ahora. Estas metas deberían tener en cuenta lo que ya sabemos claramente que es la voluntad de Dios y los pasos necesarios para realizarla. Esto incluye el establecer metas para capacitarnos para buscar a Dios y esperar su palabra. No deberíamos establecer metas para lo que no sabemos.
Tomado del Libro: Los fundamentos de la vida cristiana
Publicado por Sigueme.net
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