por Samuel O. Libert
Un buen líder no debe limitarse a aceptar las críticas. También tiene que investigar si las críticas son fundadas y cambiar lo que haya que cambiar. No es extraño que algunas veces los líderes oigamos ciertas críticas asumiendo una actitud de tolerancia y benevolencia, para después echarlas en saco roto sin analizarlas seriamente. Por supuesto, no sería sano rasgarnos las vestiduras y mesarnos los cabellos si creemos que las críticas son injustas (tal vez no sean tan injustas). Pero tampoco es sano actuar con indiferencia ante las críticas razonables. Es obvio que todo líder está expuesto a la crítica, porque cumple su ministerio ante la mirada de muchos. Pero no debe ignorar la opinión de sus críticos. Jesús preguntaba: ¿Quién dice la gente que soy yo?» (Lc. 9:18). Había distintas respuestas en cuanto a su identidad. También había personas que lo admiraban y otras que lo rechazaban. A veces caemos en el error de citar al Quijote cuando dice: «¿Ladran, Sancho? Señal que cabalgamos». Es mejor dejar a Cervantes y averiguar si las críticas pueden ayudar a mejorarnos y crecer. Hay líderes que imaginan que cada crítica es un ataque. Es mejor reconocer que cada crítica es un desafío, un reto que nos impulsa a seguir perfeccionando nuestro ministerio. Yo agradezco a mis críticos. Unos corrigieron mis errores en el púlpito. Otros señalaron mis defectos en el ministerio. Algunos me dieron nuevas ideas. Hubo cosas que me dolieron, y otras me hicieron sonreir. Pero todas las críticas son y siguen siendo útiles. Pienso que, en última instancia, las críticas son herramientas en las manos del Gran Alfarero.
En Liderazgo MVP estamos comprometidos con el crecimiento del líder cristiano.