Por Rafael Pérez
En días pasados Melvin Rivera reseñó una encuesta que establece que el 70% de los jóvenes cristianos en USA abandona la iglesia antes de los 23 años. Me puse a hacer una lista con las razones que me motivarían a mí a hacerlo. A continuación comparto las que encontré, si alguien tiene otras me las pasa para agregarlas. Aclaro que hace mucho que salté de la pecera y me fui a vivir entre peces, pero considero importante y hasta imprescindible tener una comunidad de creyentes, aunque sea un cardumen. Para mí la iglesia es la gente, no los templos.
Aburrimiento.
Los sermones de tipo arqueológico (personajes, lugares y acontecimientos) nos aburren. Cuando se tienen 10 o 20 años leyendo literatura infantil cristiana, asistiendo a la escuela bíblica y escuchando uno o dos sermones a la semana, otra historia conocida ya carece de interés. Ya nosotros sabemos el «qué», ahora necesitamos el «cómo». Las nuevas generaciones somos menos conformistas que las anteriores. A diferencia de nuestros padres, si algo no nos es relevante no nos quejamos, ¡nos movemos!
Imposición.
A muchos de nosotros se nos impuso el evangelio. Lo hicieron por medio de los golpes o la manipulación (infierno, castigo, vergüenza), nosotros no tuvimos elección. Por eso, esta es nuestra primera decisión cuando tenemos capacidad de acción, dejar de asistir a la iglesia es muy liberador.
Perfeccionismo.
La imagen idealizada de perfección (chicos buenos que no fallan) es inversamente proporcional a la juventud, donde todos queremos experimentar y andamos fallando constantemente. Es imposible crecer sin haber metido la pata unas cuantas veces. Si en vez de «programarnos» para dejar de fallar nos enseñaran a aprender de nuestros errores ―como en las historias de la Biblia―, la cosa sería diferente.
Sobreprotección.
Siempre sentimos que nos están cuidando. Aquello de mirar a los jóvenes como un grupo de hormonas revueltas que pueden explotar en cualquier momento o seres débiles que necesitan urgentemente convertirse en mayores para mirar del mismo modo la generación posterior, cansa. Para la iglesia la juventud es un error o un problema que debe ser urgentemente solucionado.
Subestimación.
A diferencia de otras organizaciones sociales, la iglesia no ha llegado a entender que dos generaciones pueden fluir juntas sin mayores percances. En la empresa, por ejemplo, es posible encontrar equipos personas de todas las edades haciendo juntas algo de valor; muchos de ellos dirigidos por jóvenes. En la iglesia, todos trabajamos de forma independiente (adolescentes, jóvenes, parejas, damas, caballeros, y niños) y si lo hacemos juntos, los mayores no dirigen, sino que controlan y manipulan a los jóvenes por medio de la edad.
Limitación.
Todos, en algún momento, necesitamos salir a relacionarnos por nuestros propios medios, hacer amigos y conocer el mundo. Si la primera parte de nuestra vida transcurrió dentro de las cuatro paredes de un templo ―algunos también en colegio cristiano―, hacemos lo posible porque la segunda transcurra fuera de ellas.
Liderazgo MVP un lugar para todo líder cristiano.