Unidos y sinceros

por Esteban Fernández

«Constantemente nos sentimos presionados, por no decir tensos, ante la necesidad de proporcionar nuevos métodos, nuevos planes, nuevas organizaciones que hagan avanzar a la Iglesia y aseguren su crecimiento y eficiencia. Sin embargo, el método de Dios son los seres humanos. La Iglesia anda en busca de métodos mejores; Dios anda en busca de mejores hombres». -E. M. Bounds, Power Through Prayer, World Wide Publications, 1989.

El mayor problema que enfrentamos es la soledad del Llanero Solitario. Pensamos que podemos solos, que de esa manera alcanzaremos mejores resultados. Como le pasa a Sayago, el personaje que interpreta Dante Gebel en la película Versión de vida producida por Vida Zondervan. Experimentamos una sensación de «mejor solos que mal acompañados». Sin embargo, la visión de Dios es otra. Fuimos creados para la comunión. Somos seres relacionales. Buscamos amigos, queremos agradar a los demás. Pero, ¡qué difícil se nos hace cuando queremos cooperar en redes ministeriales! Debemos estar dispuestos a ceder posiciones, a sacrificar créditos, a ponernos en el lugar del otro y a pensar en conjunto por el bien común.

Alianzas estratégicas

Se cuenta la historia acerca de un hombre y su hijo en medio de una situación en particular. El muchacho intentaba mover una gran piedra que obstruía el camino, mientras su padre observaba la escena al margen de ella. El mayor esfuerzo del muchacho se enfocaba en mover aquella gran roca, pero resultó una y otra vez inútil para alcanzar la meta perseguida. Finalmente, el muchacho se recostó sobre la piedra para descansar, sudado y dolorido. Entonces su padre lo mira fijamente a los ojos y le anima: «hijo, ¡usa toda tu fuerza! No te des por vencido». El joven mira a su progenitor como desencajado y exclama: «¡Papá!, ¿viste con cuánto esfuerzo intenté mover esta roca...? —casi impotente agregó con énfasis: ¡Usé todas mis fuerzas!»

El hombre miró a su hijo y le respondió tiernamente: «Aún no me has pedido ayuda».

¿Cuántas veces nos quedamos desahuciados sin pedir ayuda? El trabajo del líder no es jugar al Llanero Solitario, sino el de fomentar el trabajo en equipo. Esto entraña unirse con otro ministerio, con otro grupo, con otra iglesia.

¡Vayamos a la historia en la Biblia!

Si leemos 2 Samuel 16.15–17.23 nos encontraremos con David, quien huía de su propio hijo, Absalón. Quizás pueda tomarse como una cruel historia de traición a Absalón por parte de Husay. Pero este relato de espionaje muestra la alianza previa de David y Husay. David tomó una mala decisión y no hizo una alianza saludable con su propio hijo, lo ocurrido da cuenta de ello. Pero fue sabio en rodearse de personas que merecieron su confianza y quienes estaban dispuestos a dar su vida por el rey en circunstancias como aquellas (ver 2Sa 15.32–36).

Los líderes eficaces usan toda la fuerza para reconocer, cultivar y unirse a personas de confianza que los rodean para alcanzar metas mayores. Mientras David —antes del episodio con Absalón— huía de Saúl, ya había entendido claramente qué significaba contar con amigos que lo cubrieran. Recordemos a David en la cueva de Adulán, en dicha oportunidad buscó la ayuda de Dios, pero también procuró la ayuda de Moab (1Sa 22.1–5), y además se le unieron cuatrocientos hombres. Dice el pasaje en el verso 2: «Además se le unieron muchos que estaban en apuros, cargados de deudas o amargados. Así, David, llegó a tener bajo su mando a unos cuatrocientos hombres» (NVI). ¡Estrategia! ¡Sí! Ahí está el secreto de un liderazgo exitoso, que puede enfocar toda su fuerza en alcanzar el objetivo sumando a otros en el proyecto. Las alianzas estratégicas son esenciales para lograr que la visión del líder se convierta en una realidad.

¿Con quién haremos alianza?

El rey Salomón con toda su sabiduría advirtió una vez: «El que con sabios anda, sabio se vuelve; el que con necios se junta, saldrá mal parado» (Pr 13.20 NVI). Estas palabras dan en el clavo a la hora de elegir con quienes establecer alianzas. El éxito o el fracaso de un proyecto se juega la gran final en la respuesta a esta pregunta: ¿con quién haremos alianza?

¡Conozcámonos!

Uno de los principios esenciales es conocer a la persona (o grupo de personas) con quien cultivaremos una relación estratégica. Para conocer a una persona nada mejor que pasar tiempo juntos y conocer a los subordinados, a los colegas, a los co-ministros del evangelio. Allí podremos ver, por medio del discernimiento que nos da el Espíritu Santo, dónde forja sus tesoros el otro. El Señor afirmó que «de la abundancia del corazón habla la boca». En el proceso de conocerse es posible llegar a superar diferencias ocultas o visibles, pero también sumarse a una causa en común como lo es la Iglesia de Jesucristo.

Rodearnos de personas entregadas a Jesús consigue que el propósito de Dios sea cumplido en nosotros y en los otros. Buscar consejeros sabios, aliarse con personas que persiguen el mismo objetivo, conocer a los demás, usar bien nuestros recursos y, sobre todo, encomendarnos a Dios permitirá que la unión de dos o tres sea la condición propicia para que el Señor se manifieste.

¿Quiere que su iglesia crezca? ¡Haga alianzas saludables con los líderes que lo acompañan!

¿Quiere que el poder del evangelio movilice a su ciudad? ¡Haga alianzas estratégicas con otros líderes de otras congregaciones! ¿Quiere ser parte del movimiento transformador de su nación? ¡Haga alianzas con otras redes nacionales!

Isaías 54.2–3a exhorta:

«Ensancha el espacio de tu carpa, y despliega las cortinas de tu morada. ¡No te limites! Alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas. Porque a derecha y a izquierda te extenderás». Al momento de pensar en fomentar alianzas ¡no se limite!... alargue sus cuerdas y refuerce sus estacas porque ¡usted se extenderá!

Seamos auténticos

Uno de los reclamos de nuestros hijos adolescentes es que seamos auténticos. No les gusta que sus padres finjan ser una persona que, según ellos, no son. Pero ¿qué pasa cuando los padres nos dejamos mostrar tal como somos? Más aún, ¿qué pasa cuando los líderes o directivos de una compañía nos dejamos ver con nuestros defectos y virtudes? ¿Perdemos autoridad? ¿Seremos vulnerables? A las personas con quienes trabajamos o con quienes estableceremos alianzas les interesa conocernos y saber que somos honestos con ellos. Y por supuesto nosotros requeriremos lo mismo de ellos.

Una de las peores maneras de proceder como directivos o líderes es hacerles creer a nuestros seguidores que somos personas perfectas. Nadie es perfecto. Lo más cercano a la perfección que podemos detentar es nuestro currículum. Así que es mejor dejar de fingir ser lo que no somos para poder llegar de manera más natural a las personas con quienes trabajamos a diario, y de esa forma obtener mejor rendimiento en el objetivo a alcanzar.

Existen unas cinco máximas para ser un líder auténtico

Según John C. Maxwell cinco son las máximas a tener en cuenta en nuestra autenticidad frente al equipo de trabajo que queremos armar o que se encuentra bajo nuestra guía.

1. Admitamos nuestros errores.
Esto les dará confianza a las personas que están a nuestro lado. Ellos conocen cuáles son nuestros defectos. Al admitirlos uno se vuelve más accesible y confiable. No es fácil reconocer que nos equivocamos, pero es una fortaleza que ayuda a otros a potenciar las propias, y a acercarse a nosotros.
2. Pidamos consejo.
Se menciona por ahí que el consejo es lo que pedimos a otros cuando ya conocemos la respuesta, pero es una falacia, no es verdad. La Biblia nos enseña que «cuando falta el consejo, fracasan los planes; cuando abunda el consejo, prosperan» (Pr 15.22). Esto es una premisa que se afianza cuando la ponemos en práctica. ¡Qué pronto resolveríamos inconvenientes! si pidiéramos ayuda a nuestros pares y a quienes trabajan con nosotros en lugar de simular que podemos solos hasta alcanzar la resolución del problema… si es que lo logramos. ¡Cuán interesante sería pedirle consejo a un subordinado nuestro! Es muy probable que encontremos una respuesta mucho más eficaz que las respuestas teóricas, y además que construyamos confianza con quien trabajamos codo a codo. Ayuda al compromiso de la persona a quien lideramos con la misión que debemos llevar a cabo.
3. Preocupémonos menos por lo que digan y piensen los demás.
Las personas que consideran demasiado la opinión de los demás, se pasan la vida complaciéndolas y con frecuencia su desempeño es muy pobre. Crearemos una imagen de nosotros mismos que no coincide con las personas que somos. Además, sostener esa imagen consumirá nuestras energías. Para obtener credibilidad debemos ser nosotros mismos. No vamos a caerle bien a todo el mundo, pero vamos a ser consecuentes con quienes somos y nuestra confianza y la de los demás será más firme.

4. Aprendamos de los demás.
El sabelotodo es una persona desagradable como para compartir con él un objetivo. Sus definiciones, a su propio juicio, son inequívocas y no le da oportunidad a nadie más para mejorar el desarrollo de un plan de trabajo. Si deseamos que los demás nos consideren como una persona accesible, no solo admitamos nuestra debilidad, sino que tengamos la habilidad de aprender de ellos. John Maxwell sostiene que «cada persona tiene el potencial de enseñarnos algo». Dos hechos ocurren cuando creemos en esto: aprendemos mucho de cada persona que se nos acerca y las personas se nos acercarán de manera natural, solo porque les inspiraremos bienestar.

5. Dejemos atrás el orgullo y las apariencias.
Queremos mostrarnos como superhéroes y dejarlos azorados. Pero esto crea un problema con nuestra naturaleza, somos seres humanos y los superhéroes son protagonistas de las historias de ficción. Si nuestra meta es impresionar a los demás, nuestro orgullo crece y terminamos siendo presumidos. Es un ingrediente para echar fuera a quienes nos rodean y quedarnos absolutamente solos o con personas que solo cumplirán con la obligación de un horario o una tarea específica, pero sin rendimientos extras, ni logros de equipo. El orgullo es otra forma de demostrar egoísmo y la pretensión o presunción es solo una manera de mantener a las personas a distancia para que no vean quienes somos en realidad.

Las personas con carisma son aquellas que atraen a los demás, son individuos que se enfocan en los demás, y no en sí mismos. Hacen preguntas; escuchan; no tratan de ser el centro de atención, y no intentan parecer perfectos. Esto hará que sus compañeros de camino lo respeten y lo vean como el conductor del proyecto, del objetivo a alcanzar. ¡Será el verdadero líder que Dios usa!

La personalidad puede abrirte las puertas,
pero solo el carácter puede mantenértelas abiertas.
-Helmer Letterman

Tomado de www.Desarrollocristiano.com

Liderazgo MVP un lugar para el lider cristiano.