A la hora de tener que hablar acerca de la corrección, todos hacemos un gesto y nos incomodamos. Este es un tema que a nadie le gusta tratar. En efecto, la Biblia misma lo dice en Hebreos 12.11: «Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.»
El énfasis que quiero hacer aquí es que «DESPUÉS da fruto». Esto es lo que debemos recordar: Ahora parece muy difícil, pero después cosecharemos el fruto.
Para comenzar a hablar de este tema tenemos que reconocer que si alguien nos disciplina es porque nos ama. En otras palabras, se trata de alguien que se interesa en nosotros, porque si no nos amara y no le importásemos, no nos disciplinaría y nos permitiría hacer lo que bien nos pareciera.
Recientemente, tuve que tomar medidas disciplinarias muy fuertes en la Universidad Cristiana de Música que fundé hace algunos años. Después de la sesión donde les expliqué a los alumnos el porqué de las medidas, que para algunos eran drásticas y demasiado fuertes, uno de los jóvenes se me acercó y me dijo: «Marcos, ahora vuelvo a confirmar que se preocupan por nosotros como individuos. Me he vuelto a enterar que nos aman porque si no fuera así y no se preocuparan por nosotros, nos dejarían hacer lo que quisiéramos. Sin embargo, nos han llamado la atención y nos han sometido a disciplina, lo que me indica que en verdad se interesan por nosotros».
Ojalá todos tuviéramos esa mentalidad a la hora de ser sometidos a la corrección. Por desgracia, muchos pensamos que no se nos ama, que alguien está tratando de destruir nuestra vida, que no nos quieren apoyar o que no nos entienden y un sinfín de otros lloriqueos a la hora de recibir la disciplina. Es hora de madurar y entender que Dios SÓLO disciplina a los que ama, y si queremos seguir disfrutando de los derechos de hijos, tenemos que ser sometidos a disciplina (Heb 12.8).
«No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de Su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere» (Pr 3.11-12).
La corrección cuando se ve desde la debida perspectiva, es una prueba de amor y afecto por parte de las personas que Dios ha puesto en nuestras vidas para dirigirnos. Necesitamos tomarla como una enorme bendición para nuestra vida, como algo sin lo cual no podríamos vivir. Tenemos que empezar a ver la corrección como el oxígeno necesario para seguir respirando, como el descanso y el alimento indispensable para tener fuerzas para seguir viviendo. Así es la disciplina en nuestra vida. Es imposible seguir viviendo sin ella.
Serás sabio en tu vejez
«Escucha el consejo y acepta la corrección, para que seas sabio en tu vejez» (Pr 19.20).
Muchos creen que sabiduría es sinónimo de vejez. No entienden que la razón principal de que los ancianos sean sabios está en que recibieron consejo y disciplina. El simple hecho de ser viejos no nos hace sabios, sino que el consejo y la disciplina obraron para lograrlo. Si desde este momento tomamos el compromiso de recibir consejo y disciplina, llegaremos a ser sabios en la vejez. De lo contrario, nos convertiremos en necios.
¿Qué queremos ser cuando lleguemos a la vejez? Mi deseo es ser sabio y la única manera de lograrlo de acuerdo a este pasaje es mediante el consejo y la disciplina.
Será prudente
Según el Diccionario Larousse Básico, prudencia es la «calidad de la persona que obra con moderación y sensatez para evitar aquello que le puede causar perjuicio».
«El necio menosprecia el consejo de su padre; mas el que guarda la corrección vendrá a ser prudente.» (Pr 15.5)
La prudencia no es algo que se hereda, sino que se aprende. La única forma de aprenderla es mediante la corrección.
El apóstol Santiago, al hablar de las diversas pruebas, dice: «Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna» (1.3-4). Sin duda, a veces la corrección ha sido una tremenda prueba de nuestra fe. Sin embargo, nos hace falta recordar que esa prueba «produce» en nosotros el carácter de Cristo. Esto es algo que todos necesitamos para llegar a ser «perfectos y cabales». Es decir, tener la madurez que necesitamos para ser como Él es. Este tipo de madurez la alcanzamos cuando no menospreciamos el consejo ni la corrección.
En la definición de «prudencia» encontramos dos palabras muy interesantes: «moderación» y «sensatez». Estas son dos características que hacen falta en nuestra vida y son las que nos pueden proteger de causarnos daños o «perjuicios», como señala la definición. Muchos nos perjudicamos a nosotros mismos sólo por nuestra falta de moderación y sensatez. Entonces, viene a ser una más de tantas razones por las que debemos atender y valorar la corrección que viene a nuestra vida. Tengo deseos de ser un viejo sabio y prudente, ¿y tú?
Camino a la vida
La forma más sencilla de no emprender el camino a la vida es «desechando la reprensión».
«Camino a la vida es guardar la instrucción; pero quien desecha la reprensión, yerra.» (Pr 10.17)
Todos queremos disfrutar de la vida y aprovechar de los deleites que el Señor nos ha dado. Sin embargo, no los podremos gozar a menos que exista el compromiso de atender la reprensión de Dios, que nos permite llegar a esa «vida» que Él desea para nosotros.
Bienaventuranza y descanso
Veamos dos beneficios de la corrección. El primero es bendición externa, mientras que el segundo es bendición interna.
«Bienaventurado el hombre a quien tú, Jah, corriges, y en tu ley lo instruyes, para hacerle descansar en los días de aflicción, en tanto que para el impío se cava el hoyo.» (Sal 94.12-13)
Ser bienaventurado significa tener prosperidad y felicidad, gozar de la paz que viene de Dios. Estos son beneficios que afectan externamente nuestra vida. Mientras el descanso es algo que necesitamos por dentro para seguir teniendo las fuerzas para caminar en la vida. Lo necesitamos para enfrentar los desafíos de cada día. Los dos beneficios son grandes y vienen cuando recibimos la instrucción y la corrección.
Espero que se haya dado cuenta de la urgente necesidad que tenemos de ser corregidos y aconsejados. Sin esto es imposible tener el éxito deseado para nuestras vidas. No sólo necesitamos permitir el consejo y la disciplina, sino que debemos aprender de ello al grado de que forme parte de la vida integral. Dicho de otra manera, al «recibir» la corrección permitimos que se opere un cambio en nuestra vida. Cambia nuestra manera de pensar con respecto a algo. No se trata sólo de «dejar que suceda», sino que es un factor de cambio radical en toda nuestra existencia.
No debemos ser como el niño que se paraba constantemente en el banco de la iglesia. «Juanito, siéntate en el banco, por favor», le decía su papá. Juanito se sentaba por un rato, pero después de un momento se volvía a parar. De nuevo su papá le decía: «Juanito, siéntate en este instante». Se sentaba para volverse a parar en pocos minutos. Finalmente el papá, cansado de decirle lo mismo, exclama: «Juanito, si no te sientas en este instante y permaneces sentado, te llevaré al baño y te disciplinaré en cierta parte del cuerpo que tú ya sabes». Juanito se sienta muy desconcertado, con la cara hacia abajo y, haciendo un gesto de muy mal gusto, dice: «¡Estaré sentado por fuera, pero sigo parado por dentro!»
Muchos de nosotros nos comportamos como Juanito. Aceptamos la disciplina, pero no permitimos que realmente cambie nuestra manera de vivir. El Señor espera que seamos sumisos a la corrección para que nos transforme en esas personas que, con tanto amor, Él quiere que lleguemos a ser.
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